Ha pasado muy poco tiempo desde la presentación de ChapGPT4 en la primera quincena de marzo, pero la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) se ha convertido en un tsunami que amenaza con cambiar a toda velocidad muchos fundamentos de la actividad humana, desde las profesiones hasta la manera como nos planteamos la vida, la economía y el futuro del capitalismo tal y como lo conocemos.
Tanto mejor, porque la deriva del capitalismo financiero nos estaba llevado a un mundo cada vez más desigual e injusto. Enrique Dans, uno de los más destacados profesores de innovación que tenemos en España, acaba de publicar su último libro, “Todo vuelve a cambiar”, que es una puesta al día de sus libros anteriores, que el fulgurante progreso de la tecnología ha dejado obsoletos en un tiempo apabullantemente escaso. Tendremos que acostumbrarnos al ritmo o muchos de nosotros también resultaremos una antiguallas obsoletas.
Algunos prefieren llamar a la IAG “machine learning”. En definitiva, es un algoritmo, una programación informática que aprende por sí sola, alimentada por todo el inmenso acerbo del conocimiento humano acumulado. No surge de la noche a la mañana, han sido necesarios más de 40 años de progresos en la Inteligencia Artificial para llegar a este punto, fruto de muchas investigaciones y desarrollos de numerosas empresas tecnológicas de vanguardia, en EEUU, en Europa, en China y la India, etc.
ChatGPT
De la India es Satya Nadella, que desde Hyderabad escaló hasta la cumbre de Microsoft, una de las empresas punteras a nivel mundial, valorada en bolsa en 320.000 millones de dólares. Recordemos que esta empresa la inventó un chaval con gafas en un garaje, no hace muchos años. Cosas de la tecnología. Nadella se arriesgó a invertir 11.000 millones de dólares en el proyecto ChapGPT, alimentado inicialmente con 175 millones de parámetros.
Al principio tenía muchos fallos y errores, algunos supuestos expertos casi se burlaban, pero resulta que esta es la forma en que el algoritmo aprende. Y aprende rápido. Es el desarrollo informático de más rápida adopción en la historia de la tecnología.
La competencia, empezando por la todopoderosa Google (Alphabet), ha tenido que ponerse las pilas y le está costando seguir el endiablado ritmo, pues hasta algunos medios de comunicación globales se han puesto a desarrollar sus propios modelos de IA, alimentados por toda su producción histórica de información. Porque hemos entrado en la era de los datos: aquellos que los recopilen, los analicen y los ofrezcan a sus clientes, tendrán el nuevo oro del siglo XXI.
Creatividad automática
Pero esto va mucho más allá. Significa nada menos que la automatización de la creatividad. No necesitas un talento especial para desarrollar actividades culturales y artísticas, solo debes aprender a manejar la nueva herramienta. Y no es difícil, pero supone ciertamente una nueva forma de creatividad: tú pones las ideas y la máquina pone el pincel o la pluma.
Otra derivada es que los derechos de autor van a tener que mutar a otra dimensión. O sencillamente, desaparecer. ¿Adiós al copyright?. Lo que es de las máquinas, que es el producto del saber humano, es ahora de todos.
Enrique Dans nos advierte: “es importante entender que da igual a qué te dediques, la clave del futuro estará en la capacidad de tu empresa para convertirse en una generadora constante de datos sobre toda su actividad”.
“Con la Inteligencia Artificial habrá compañías de mil millones de dólares llevadas por una sola persona”, ha dicho hace muy poco Sam Altman, fundador de OpenIA, empresa creadora de ChatGPT.
Prudencia tecnológica
Las operaciones de marketing se llevarán a cabo de manera sintética y personalizada, lo cual significa que habrá que reinventar la publicidad y que los anuncios intrusivos y machacones están muertos.
Solo dos ejemplos: los arquitectos podrán describir con detalle las especificaciones de un inmueble y la IA dibujará los planos. ¿A qué esperan los colegios de arquitectos para hacer cursillos del uso de la IA en la arquitectura?
Una pintora mostrará una o varias obras suyas en un estilo propio determinado y la máquina hará cientos de variantes que podrá vender a precios muy baratos.
Una advertencia contra el optimismo desaforado con los progresos tecnológicos: siempre tienen dos caras, un avance y unos peligros. El actual progreso exponencial tiene peligros exponenciales, como han advertido algunos de los máximos responsables de estas creaciones. Ellos mismos están pidiendo una regulación y unos límites globales. Pero la historia de la tecnología nos muestra que es muy difícil volver a meter al genio en la botella.