El sueño de la criogenización no ha muerto, pero sigue muy frío

La idea de que los seres humanos se podrían congelar y luego recuperar ha sobrevivido durante décadas. La esperanza todavía está viva, independientemente de los resultados científicos.

La entrada a las instalaciones de almacenamiento de KrioRus de Moscú (Rusia), que hasta hace poco era la única empresa de criónica en Eurasia. / Alejandro Gandolfi

Cuando Aaron Drake llegó en 2016 al Grupo Biológico Yinfeng en la provincia oriental china de Jinan proveniente de Arizona (EE UU), lo llevaron a un centro de biotecnología de última generación. Más de 1.000 empleados, incluido un ejército de doctores y médicos, trabajaban en cosas como estudios de las células madre en la sangre del cordón umbilical. El centro estaba especializado en la investigación de las células humanas, desde pruebas genéticas hasta tratamientos específicos contra el cáncer.

Pero también había otros planes: había unos depósitos cilíndricos de acero inoxidable pensados para contener algún día cadáveres suspendidos en nitrógeno líquido. Aún no estaban instalados, pero Yinfeng esperaba que una inversión de unos siete millones de dólares avalada por Drake les ayudara a poner en marcha ese proyecto. Drake llegó allí como empleado de alto nivel, para guiar las primeras incursiones de China en el campo de la criogenización; es decir, la congelación de cadáveres para su posterior reanimación.

El entorno fue un gran cambio para Drake, quien había pasado los siete años anteriores como director de respuesta médica de Alcor Life Extension Foundation. Aunque llevaba mucho tiempo siendo líder en criónica, Alcor todavía era una pequeña organización sin ánimo de lucro. Una organización que venía congelando los cuerpos y los cerebros de sus miembros desde 1976, con la idea de devolverles la vida algún día.

Alcor Life Extension Foundation, y la criogenia, en general, han sobrevivido todo ese tiempo sin la aceptación general. La criogenización, habitualmente rechazada por la comunidad científica, es más conocida por su aparición en algunas películas de ciencia ficción, como 2001: Una odisea del espacio. Sin embargo, sus partidarios se han aferrado al sueño de que, en algún momento en el futuro, los avances en la medicina permitirán la reanimación y más años adicionales de vida en la Tierra. Durante décadas, los pequeños pero prometedores avances técnicos y las celebridades congeladas (por ejemplo, el famoso jugador de béisbol Ted Williams), han mantenido viva la esperanza. Hoy en día, hay casi 200 cadáveres congelados en las cámaras criogénicas de Alcor a temperaturas de -196 °C, y entre ellos un puñado de famosos, que han pagado decenas de miles de dólares en concepto de “una posible reanimación” y su posterior “reintegración en la sociedad”.

Pero la reciente participación de Yinfeng es lo que marca una nueva era para la criogenización. Con impresionantes recursos financieros, apoyo del Gobierno y personal científico, es uno de los pocos laboratorios de reciente creación enfocados que apuesta por expandir el atractivo de la criogenización entre los consumidores y por dar nueva credibilidad a la cuestionada teoría a de la reanimación humana. Apenas un año después de que Drake asumiera el cargo de director de investigación del Instituto de Investigación de Ciencias de la Vida de Shandong Yinfeng, la subsidiaria del Grupo Biológico de Yinfeng que supervisa el programa de criogenia, el instituto realizó su primera criopreservación. Sus depósitos de almacenamiento ya albergan alrededor de una docena de clientes que han pagado más de 200.000 dólares (201.090 euros) para preservar todo su cuerpo.

Aun así, este campo se sustenta más que en la fe más que cualquier evidencia real de que funciona. “Es una aspiración desesperada que revela una ignorancia atroz de la biología”, opina Clive Coen, neurocientífico y profesor del King’s College de Londres.

Incluso si un día pudiéramos descongelar perfectamente un cuerpo humano congelado, todavía tendríamos un cadáver tibio en nuestras manos.

El proceso de criogenización suele ser algo así: tras la muerte de una persona, un equipo de respuesta inicia el proceso de enfriar el cadáver, mientras se realiza un apoyo cardiopulmonar para mantener el flujo de sangre hacia el cerebro y los órganos. Luego, el cuerpo se traslada a una instalación de criogenización, donde se bombea una solución de conservación de órganos a través de las venas antes de sumergir el cuerpo en nitrógeno líquido. Este proceso debe comenzar en la hora siguiente a la muerte: cuanto más larga sea la espera, mayor será el daño a las células del cuerpo. Luego, una vez que el cadáver congelado está instalado en la cámara criogénica, empieza la esperanza de los muertos.

Desde sus inicios a finales de la década de 1960, este campo ha atraído el oprobio de la comunidad científica, particularmente de su primo más respetable, la criobiología, el estudio de cómo la congelación y las bajas temperaturas afectan a los organismos vivos y los materiales biológicos. La Sociedad de Criobiología incluso prohibió a sus miembros involucrarse en la criogenización en la década de 1980, y un ex presidente de la sociedad criticó el campo como algo más cercano al “fraude que a la fe o a la ciencia”.

Sin embargo, en los últimos años, la criogenización ha captado la atención de cierto público tecno-optimista y libertario: magnates de la tecnología que sueñan con su propia inmortalidad y una serie de nuevas start-ups están ampliando el campo. Tomorrow Biostasis de Berlín (Alemania) se convirtió en la primera empresa de criónica en la Europa Occidental en 2019, por ejemplo, y a principios de 2022, Southern Cryonics abrió una instalación en Australia.

“Hay más investigadores abiertos a temas futuristas a largo plazo que hace unos 20 años”, afirma el fundador de Tomorrow Biostasis, Emil Kendziorra.

Incluso la Sociedad de Criobiología ha eliminado sus anteriores restricciones relacionadas con la criogenización. Su actual presidente, el criobiólogo y biogerontólogo Greg Fahy, está detrás de la empresa 21st Century Medicine, que desarrolla técnicas para conservar criogénicamente órganos y tejidos humanos. (Aun así, la sociedad expresó en una declaración a MIT Technology Review que la criogenización “es un acto de especulación o de esperanza, no de ciencia“).

Hoy en día, alrededor de 500 personas se conservan en nitrógeno líquido en todo el mundo, la gran mayoría en Estados Unidos. Alrededor de 4.000 personas están en listas de espera de instalaciones de criónica en todo el mundo, según Kendziorra. Alcor tiene alrededor de 1.500 miembros, y Tomorrow Biostasis ya tiene 300 clientes que pagan una cuota mensual relativamente accesible de 25 euros (que hay que añadir a los 200.000 que se han de pagar en el momento del fallecimiento).

A pesar de la falta de evidencia de que las personas muertas algún día puedan volver a la vida, los defensores de la criogenización, siguen siendo optimistas (como cabría esperar), y señalan que los tejidos como el esperma, el embrión y las células madre se pueden criopreservar y descongelar con éxito en la actualidad, y los investigadores afirman haber criogénicamente congelado y descongelados pequeños gusanos y riñones de conejo. Los investigadores de 21st Century Medicine, por ejemplo, criopreservaron y descongelaron un cerebro de conejo en 2016 y un cerebro de cerdo en 2018.

Pero el criobiólogo y profesor de la Universidad de Washington (EE UU) Dayong Gaom señala que preservar la estructura del cerebro no significa preservar sus funciones. Coen de KCL indica que es “falso” decir que estos estudios respaldan los objetivos de la criónica y sostiene que las estructuras cerebrales son demasiado complejas para ser preservadas y revividas adecuadamente en la forma en la que afirman los defensores de la criogenización.

Cabe señalar, no obstante, que sí ha habido cierto progreso en la búsqueda de una forma de recalentar los tejidos congelados. Un grupo de investigación de la Universidad de Minnesota (EE UU) demostró que las técnicas de nanocalentamiento, que utilizan nanopartículas de óxido de hierro activadas por radiofrecuencia, podrían funcionar en muestras más grandes de 50 milímetros. El equipo ya ha descongelado con éxito órganos completos de ratas de una manera que preserva la estructura celular y no es tóxica para las células, con miras a reactivar las funciones del órgano. En la actualidad están experimentando con órganos de cerdo.

Yinfeng se dedica a resolver el mismo problema: actualmente experimentan con métodos criogénicos para preservar órganos humanos individuales y extremidades amputadas para impulsar el programa nacional de trasplantes de China.

Pero ninguno de estos desarrollos conduce a una forma posible de revivir a una persona. Incluso si un día pudiéramos descongelar perfectamente un cuerpo humano congelado, todavía tendríamos un cadáver tibio en nuestras manos. La parte más difícil de revertir, la propia muerte, sigue siendo un enigma.

Drake es muy consciente de eso. Pero los clientes que buscan los servicios de la criónica a menudo son “agnósticos o ateos”, indica. “En vez de tener fe en un ser supremo, tienen fe en la ciencia, y esa ciencia, más específicamente la ciencia médica, resolverá esto al final”.

MIT