Te presento al escutoide, la forma geométrica que te da forma

Los investigadores han hallado una nueva forma en tejidos de glándulas salivales y en huevos de la mosca de la fruta, y en células de pez cebra. El avance puede ser clave para diseñar órganos artificiales.

Esta es la última columna del curso de esta sección de la comisión de divulgación de la Real Sociedad Matemática Española y nos vamos a despedir con una gran noticia. Al menos, para mí pero espero, como científica, que para mucha gente y que, parafraseando a Rick en Casablanca, este sea solo el comienzo de un gran descubrimiento en biología celular.

Sí, biología celular, han leído bien. ¿Pero esta sección no es de matemáticas? Sí, lo es, pero lo que les vengo a contar en este final de julio es el contenido geométrico del artículo que salió publicado el pasado viernes en Nature Communications y del que soy una de las autoras. Me refiero a esta noticia y me propongo explicarles cómo hemos encontrado una nueva forma geométrica que viene a corroborar aquella legendaria frase de El Principito de Saint-Exupéry: lo esencial es invisible a los ojos. Pero no al microscopio. Y ha sido mirando la microscopio como hemos descubierto que nuestros epitelios, esenciales para la formación de nuestros tejidos epiteliales y, por lo tanto, nuestros órganos.

En general, podríamos decir que las matemáticas surgen de dos formas diferentes: hay algunas que nacieron como parte de un proceso deductivo lógico en la mente humana y que luego fueron aplicadas con éxito a explicar la naturaleza, como las geometrías no euclídeas, y otras que se descubren mirándole a los ojos a nuestro universo.

Hoy quiero explicarles un poco de estas últimas. Quiero presentarles un objeto geométrico, no descrito hasta ahora, que hemos descubierto mirando no a los ojos sino a las glándulas salivales de la mosca de la fruta.

Toda esta historia comienza cuando Luisma Escudero, del Departamento de Biología Celular de la Universidad de Sevilla, contacta con Alberto Márquez y conmigo misma para pedirnos colaboración en un trabajo de morfogénesis que está llevando a cabo con su grupo de investigación. Por cierto, morfogénesis es el proceso biológico que permite que un organismo vivo desarrolle su forma. Ellos querían describir cómo se empaquetaban las células epiteliales, que son células tridimensionales, y que son, cito textualmente a Luisma, «los bloques de construcción con los que se forma un organismo. Son como ‘piezas de Tente o Lego de los que están hechos los animales». No es que su grupo hubiera tenido la feliz idea de plantearse por primera vez esa cuestión sino que, hasta la fecha, se aceptaba que los epitelios se «construían» empaquetando prismas o pirámides truncadas, como se muestran en la siguiente figura.

Nature Communications

Pero a nuestros colegas biólogos, tras examinar las muestras de células epiteliales de la glándulas salivales de la mosca de la fruta no les convencía esta hipótesis mundialmente aceptada. Bueno, al menos en los foros de biología celular, no sabemos de su aceptación en Forocoches, por ejemplo.

Y tenían razón. Por eso hemos publicado en Nature Communications, claro. Había entonces que decidir qué figura geométrica tridimensional es la que adoptaban las células epiteliales para dar forma a los órganos. Y aquí entra en juego una estructura matemática tan intuitiva como bella y elegante que son los diagramas de Voronoi.

De los diagramas de Voronoi y de sus aplicaciones al fútbol, al diagnóstico de tumores, para evitar las colisiones de barcos en la costa o para atacar Pearl Harbor. Aunque les recomiendo que lean el artículo en cuestión, resumidamente, podríamos explicarlo con el siguiente ejemplo: piensen que tienen en un plano, en una hoja de papel, por ejemplo, un conjunto de puntos dibujados (estos puntos podrían ser, por ejemplo, las pizzerías de su ciudad señaladas sobre un mapa de la misma).

Pues bien, el diagrama de Voronoi de ese conjunto de puntos (de las pizzerías) es una división del papel (del mapa) en regiones de manera que a cada punto le asigna la región del papel cuyos puntos están más cerca de él que de ningún otro. Dicho para el ejemplo de las pizzerías, el diagrama de Voronoi de las pizzerías de la ciudad dividiría el plano de la misma en regiones de influencia de dichos establecimientos, de tal forma que a cada una de ellos le asignaría la zona de la ciudad para la que ella es la más cercana. Más o menos, esta es la pinta que tiene un diagrama de Voronoi.

Si piensan que en la figura anterior los puntos azules son pizzerás de su ciudad, solo tienen que identificar en qué celda (polígono) de Voronoi está su casa para saber cuál es la más cercana, como en la siguiente figura

Como el concepto que «da forma» a los diagramas de Voronoi es la cercanía, la menor distancia, o la zona de influencia de los puntos, es muy fácil encontrar estos diagramas en la naturaleza.

En pocas palabras, un diagrama de Voronoi es la división en zonas de influencia en presencia de unos puntos generadores (por ejemplo, pizzerías).

Volvemos a las células pero no a las epiteliales todavía, sino a células planas, en 2D. Es lógico pensar que así se empaquetan o se agrupan las células en los tejidos planos. Porque todas crecen con ‘la misma fuerza’ desde el centro de masa de la misma. Y así es. De hecho, esta idea ya fue aprovechada por el propio Luisma Escudero y algunos colaboradores para desarrollar un modelo del empaquetamiento de las células en 2D que puede servir para revolucionar el diagnóstico automatizado de ciertas formaciones tumorales.

Pero todo aquello era para células o tejidos en dos dimensiones y las células epiteliales, como hemos dicho, son células tridimensionales. Pues bien, dar el paso a estructuras tridimensionales no es, ni mucho menos, fácil. Si se trata de generalizar lo anterior obtendríamos un diagrama de Voronoi 3D que es una estructura preciosa pero que no se parece en nada a la organización que vemos en los tejidos epiteliales. Estos, los tejidos epiteliales, son como una capa gordita delimitada por dos superficies paralelas (denominadas superficies basal y apical) y de tal forma las mismas células que aparecen en la basal se ven la apical. Podemos pensar, solo para hacernos una idea, en que el epitelio es una rebanada gordita de pan de molde, como las de las torrijas, a la cara de arriba la llamamos cara apical y a la de abajo cara basal. No sirve para todos los epitelios porque en algunos la rebanada se enrolla en forma de cilindro hueco pero creo que puede ayudar a entender la idea. Pues bien, cada célula que vemos «dibujada» en la cara apical aparecerá también en la basal.

Ello había llevado, hasta el momento, a representar las células de tejidos epiteliales como prismas con una base en la superficie basal y otra en la apical. Como si las células fuesen muchas «cajitas» apiñadas que formaban la rebanada y las células que se veían en las capas exteriores fuesen las tapas de esas cajitas alargadas.

Pero no, para fortuna de los autores del artículo de Nature Communications, ese modelo no se corresponde a la organización de las células en los tejidos epiteliales cuando lo miramos al microscopio. Se puede comprobar que hay células (que nos parecerán celdas de Voronoi al mirarlas) que son vecinas, por ejemplo en la capa apical, las de la cara de arriba, que dejan de serlo en la capa basal, la de abajo. Si las células fuesen prismas o pirámides truncadas esto es imposible.

Tenemos que pensar que el polígono (la celda de Voronoi) que vemos en la parte de arriba de la rebanada y el que vemos abajo deberían ser las «tapas» del prisma. Pero si han cambiado su posición relativa de una capa a otra es porque el prisma se ha «retorcido» por el camino. Y ahí está el problema. Desde el punto de vista geométrico los prismas (o pirámides truncadas) no modelan bien el problema; desde el punto de vista de la biología celular, necesitamos saber qué células están en contacto en cada punto. En la figura siguiente, correspondiente a un epitelio cilíndrico, observamos que las células amarilla y azul son vecinas en la capa apical pero han dejado de serlo en la capa basal,«alguien» se interpuso entre ellas cuando «doblamos la rebanada de pan».

Se hace necesaria, por lo tanto, una forma geométrica que modele bien las células de los tejidos epiteliales, que se pueda plegar y adoptar distintas curvaturas, cuya forma corresponda a un modelo de equilibrio de fuerzas y que vaya desde la superficie basal hasta la apical, pero sin tener que tener los mismos contactos en ambas superficies.

La solución a todo ello es el escutoide. Déjenme que ponga aquí mi figura favorita del artículo; los escutoides hechos con plastilina de Luisma Escudero.

Por cierto, le llamamos escutoides porque fue él, Luisma Escudero, el primero en clamar que aquello no eran prismas y en hacerlos con la plastilina de Margarita (su hija): Escu-dero-escu-toide. Cuando vimos que salía algo muy publicable buscamos una justificación más formal que esta y, bueno, se parece al scutum del tórax de los escarabajos de la especie Protaetia speciosa.

Curiosamente, desde que salió el artículo el viernes pasado, en Twitter alguien dijo que scutoid (el nombre en inglés) es ideal porque es una figura geométrica muy cute. A mí también me lo parece. Aquí les dejo uno de los dibujos que los internautas han publicado.

@atheblerr

El escutoide, técnicamente, se obtiene a partir de segmentos perpendiculares a todas las capas comprendidas entre la capa apical (la de arriba) y la capa basal (la de abajo). Para ello, se eligen un conjunto de puntos (semillas) en la capa apical, por ejemplo. Se trazan los segmentos perpendiculares a la capa apical en cada uno de estas semillas. En cada capa comprendida entre la apical y la basal, cada segmento producirá una intersección (una nueva semilla); a estas semillas nuevas les calculamos diagramas de Voronoi en dicha capa (de forma similar a como se hace en el plano, pero hay que adaptar algo las técnicas). Ahora ‘pegando’ las regiones de Voronoi (que serán polígonos) correspondientes a todos los puntos de un mismo segmento se obtiene un escutoide.

Si lo que buscamos es una descripción más simple podemos decir que un escutoide es un sólido geométrico entre dos capas paralelas (la basal y la apical) de tal forma que la intersección del escutoide en cada una de las dos capas (y en el resto de las capas intermedias también) son polígonos (lo que serían las ‘tapas’ del escutoide). Los vértices de estos dos polígonos están unidos por una curva o por una conexión en forma de Y. Las caras de los escutoides no son necesariamente convexas, pueden tener huecos hacía dentro, por lo que varios escutoides pueden empaquetarse para llenar todo el espacio entre las dos superficies paralelas. Y sí, parecen un juego de salpimentero de diseño.

¿Y todo esto para qué? ¿Por qué se complica tanto la Naturaleza? La respuesta a estas preguntas viene de la mano del físico del equipo, Javier Buceta, del Departamento de Bioingeniería de la Universidad de Lehigh. Según el análisis de Javier, la forma del escutoide es consistente con las fuerzas involucradas y se alcanza con ella una posición de equilibrio. Dicho de otra forma, esta estructura, el escutoide, es más favorable para el tejido desde el punto de vista energético y esto es importante porque facilita adoptar formas muy diferentes, que es lo necesario para que se establezcan bien los órganos y funcionen correctamente.

Maravilloso, lo sé.

Esta estructura escutoidal ha sido encontrada y verificada en algunos modelos básicos de biología celular: las glándulas salivales de la mosca de la fruta, sus huevos y en células de pez cebra.

Y ahora viene lo mejor: las implicaciones del trabajo. Conocer con este nivel de detalle la estructura de las células epiteliales puede ser fundamental para la creación de órganos con impresión 3D y nos permitirá identificar modelos de epitelios sanos, a partir de su geometría, que servirán como patrones para detectar un crecimiento celular anómalo.

Está mal que lo diga yo que soy una de las autoras pero el trabajo me parece tan bello como interesante, una mezcla maravillosa y elegante de disciplinas (biología celular, física y matemáticas) y quién sabe, si una puerta abierta a nuevos avance en biomedicina.

Los nombres de todos los autores y su filiación se pueden consultar aquí pero, básicamente, el estudio ha sido liderado por Luisma Escudero, del Departamento de Biología Celular de la Universidad de Sevilla e Instituto de Biomedicina de Sevilla y su grupo de investigación; el análisis físico ha estado en las manos de Javier Buceta de la Universidad de Lehigh y Alberto Márquez y la que firma, también de la Universidad de Sevilla, hemos colaborado en la parte del modelo matemático.

Disfruten del verano y saquen de paseo a sus escutoides que no hace demasiado calor este año.

ABC