La NASA tiene en observación a un gigantesco cometa que se dirige hacia la Tierra a 35.000 kilómetros por hora. Su núcleo helado mide 129 kilómetros de ancho y en la actualidad se orienta hacia el centro de nuestro sistema solar, a donde llegará en 2031.
Sin embargo, ni siquiera se acercará al Sol, ni mucho menos a la Tierra, ya que pasará a 1.600 millones de kilómetros de nuestra estrella para seguir su camino por el universo: dentro de unos pocos millones de años regresará a su lugar de anidación en la Nube de Oort.
Habitantes del espacio profundo, los cometas se encuentran entre los objetos más antiguos del sistema solar. Estos “bloques de Lego” helados son restos de los primeros días de la construcción de un planeta.
Fueron expulsados sin contemplaciones del sistema solar en un juego gravitacional entre los planetas exteriores masivos. Los cometas expulsados se instalaron en la Nube de Oort, una gran reserva de cometas lejanos que rodean el sistema solar a muchos miles de millones de kilómetros en el espacio profundo.
Seguimiento desde 2010
Conocido como C/2014 UN271, este gigantesco fue descubierto en 2010 por los astrónomos Pedro Bernardinelli y Gary Bernstein, cuando estaba a 4.800 millones de kilómetros del Sol. Desde entonces comenzó a ser objeto de un estrecho seguimiento por parte de telescopios, tanto del espacio como terrestres.
El cometa ha estado cayendo hacia el Sol durante más de un millón de años. Se cree que la nube difusa que lo rodea tiene un borde interior que es de 2.000 a 5.000 veces la distancia entre el Sol y la Tierra.
Su borde exterior podría extenderse al menos una cuarta parte de la distancia de las estrellas más cercanas a nuestro Sol, el sistema Alpha Centauri.
Los cometas de la Nube de Oort en realidad no se formaron tan lejos del Sol, sino que fueron arrojados fuera del sistema solar cuando las órbitas de Júpiter y Saturno aún estaban evolucionando.
Los cometas lejanos solo viajan de regreso hacia el Sol y los planetas si sus órbitas distantes se ven perturbadas por el tirón gravitatorio de una estrella que pasa, como ocurre cuando sacudimos las manzanas de un árbol, explican los investigadores en un comunicado.
Órbita elíptica
El cometa Bernardinelli-Bernstein sigue una órbita elíptica de 3 millones de años, llevándolo tan lejos del Sol como aproximadamente a medio año luz.
El cometa proporciona una pista inestimable sobre la distribución de tamaño de los cometas en la Nube de Oort y, por lo tanto, sobre su masa total. Las estimaciones de la masa de la Nube de Oort varían ampliamente, alcanzando hasta 20 veces la masa de la Tierra.
La Nube de Oort, planteada por primera vez como hipótesis en 1950 por el astrónomo holandés Jan Oort, sigue siendo una teoría porque los innumerables cometas que la componen son demasiado débiles y distantes para ser observados directamente.
Irónicamente, esto significa que la estructura más grande del sistema solar es casi invisible. Se estima que el par de naves espaciales Voyager de la NASA no llegarán al reino interior de la Nube de Oort hasta dentro de 300 años, y que podrían tardar hasta 30.000 años en atravesarla.
Evidencia circunstancial
La evidencia circunstancial de la nube de Oort proviene de la caída de cometas que se remontan a este lugar de anidación. Se acercan al Sol desde todas las direcciones diferentes, lo que significa que la nube debe tener forma esférica.
Estos cometas son muestras congeladas de la composición del sistema solar primitivo, conservadas durante miles de millones de años.
La realidad de la Nube de Oort se ve reforzada por el modelado teórico de la formación y evolución del sistema solar. Cuanta más evidencia de observación se pueda recopilar a través de estudios de cielo profundo, junto con observaciones de múltiples longitudes de onda, mejor comprenderán los astrónomos el papel de la Nube de Oort en la evolución del sistema solar.