El plástico ya invade el océano Ártico

El agua, el fondo marino, el hielo y la nieve del Ártico están cubiertos de altas concentraciones de microplásticos procedentes de varias partes del planeta, incluida España, según alerta un nuevo estudio. La presencia de estos contaminantes afecta a los organismos marinos y empeora los efectos del cambio climático en esta zona que ya no puede considerarse virgen.

Científicas recogiendo muestras en el hielo del Ártico. / Alfred-Wegener-Institut / M. Tekman

Entre 19 y 23 millones de toneladas métricas de basura plástica acaban cada año en las aguas de todo el mundo, una cantidad equivalente a que dos camiones descarguen plásticos cada minuto en ríos, mares y océanos. Al ser un compuesto muy estable, este contaminante se acumula en los océanos, donde se descompone gradualmente en trozos cada vez más pequeños, pudiendo incluso entrar en el torrente sanguíneo humano.

Entre 19 y 23 millones de toneladas métricas de basura plástica acaban cada año en las aguas de todo el mundo

Se prevé que la avalancha de desechos empeore: la producción mundial de plástico podría duplicarse para 2045. En este contexto, ni el Polo Norte puede librarse ya de esta amenaza global, según destaca un nuevo trabajo publicado en la revista Nature Reviews Earth & Environment. A esta remota zona, considerada virgen hasta ahora, la cubren ya preocupantes niveles de contaminación plástica.

Según Melanie Bergmann, autora principal del trabajo e investigadora en el Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina (AWI) del Instituto Alfred Wegener (Alemania), hay tres rutas principales de llegada del plástico: “Transportados desde fuentes lejanas a través del mar del Norte y la corriente atlántica, o por el lado del Pacífico Norte a través del mar de Bering; los generados localmente en los asentamientos que carecen de sistemas de gestión de residuos sólidos y de instalaciones de tratamiento de aguas residuales; o bien a través del aire”, detalla.

La científica cuenta a SINC que uno de los objetivos de su equipo fue averiguar el origen de algunas de las muestras de desechos varados en el Ártico que se recogieron en las islas Svalbard durante la campaña. Les ayudaron las etiquetas u otras inscripciones aún marcadas en los plásticos que fueron recolectando. “Sorprendentemente, también se encontró basura española, además de restos de otros países europeos e incluso más lejanos”, informa.

Muestras de plásticos recogidos en el Ártico. / Melanie Bergmann et al.

Barcos, aire y ríos transportan la contaminación

La presencia de cantidades considerables de micro y nanoplásticos en la nieve del Ártico y en un glaciar pusieron de manifiesto la rapidez del aire como medio de transporte para llegar a este océano.

Además, a pesar de que océano Ártico solo representa el 1 % del volumen total de los océanos del mundo, recibe más del 10 % de la descarga mundial de agua de los ríos, que arrastran plástico al océano, por ejemplo, desde Siberia.

A pesar de que el océano Ártico solo representa el 1 % del volumen total de los océanos del mundo, recibe más del 10 % de la descarga mundial de agua de los ríos, que arrastran plástico al océano.

Cuando el agua de mar de la costa de Siberia se congela en otoño, los microplásticos en suspensión quedan atrapados en el hielo. La deriva transpolar lleva los témpanos de hielo al estrecho de Fram, entre Groenlandia y Svalbard, donde se derrite en verano, liberando su carga de plástico.

Por otra parte, algunas de las fuentes locales de contaminación más importantes son los residuos municipales y las aguas residuales de las comunidades del Ártico, así como los desechos plásticos de los barcos, especialmente los pesqueros, cuyas redes y cuerdas suponen un grave problema. Vertidos intencionadamente en el océano o perdidos involuntariamente, representan una gran parte de los restos plásticos en el sector europeo del Ártico. De hecho, en una playa de Svalbard, casi el 100 % de la masa de plástico arrastrada a la orilla procedía de la pesca, según el estudio.

El trabajo también comparó las concentraciones de plásticos en el Ártico con las encontradas en otras zonas, como el profundo Cañón de Lisboa y el fondo marino frente a Barcelona. “Estos tenían niveles similares de desechos marinos en comparación con lo que registramos en el fondo marino de nuestro observatorio al oeste de Svalbard a unos 2.500 metros de profundidad”, recalca Bergmann.

En cuanto a los niveles de microplásticos que se registraron en los sedimentos de aguas profundas en este observatorio, estos fueron mucho más altos (hasta 13.000 microplásticos por kg de sedimento) en comparación con los registrados con la misma metodología en el mar del Norte, más cerca de las fuentes y las industrias.

Los resultados de la investigación muestran que, aunque el Ártico está escasamente poblado, casi todos los hábitats presentan un nivel de contaminación por plásticos similar al de las regiones densamente pobladas de todo el mundo.

Plásticos en el fondo marino del Ártico. / Melanie Bergmann et al.

Un panorama sombrío entre hielo, agua y nieve

El equipo de investigación, en el que han trabajo científicos de Canadá, Noruega y Países Bajos, alertan de que las consecuencias son graves. En la actualidad, prácticamente todos los organismos marinos investigados en todos los mares del planeta –desde el plancton hasta los cachalotes– entran en contacto con residuos plásticos y microplásticos.

Estos impactos se suman a las amenazas ya existentes que afectan a estos ecosistemas vulnerables, que experimentan un aumento de temperatura tres veces más rápido que el resto del planeta

“Por desgracia hay muy pocos estudios sobre los efectos del plástico en los organismos marinos del Ártico”, explica Bergmann, “aunque hay pruebas de que las consecuencias son similares a las de las regiones mejor estudiadas. También en el Ártico, muchos animales –osos polares, focas, renos y aves marinas– se enredan en el plástico y mueren. Los microplásticos ingeridos involuntariamente probablemente provocan una reducción del crecimiento y la reproducción, estrés fisiológico e inflamaciones en los tejidos de los animales marinos”.

Estos impactos se suman a las amenazas ya existentes que afectan a estos ecosistemas vulnerables, que experimentan un aumento de temperatura tres veces más rápido que el resto del planeta. “Si un organismo confunde el plástico con el alimento y no puede obtener energía de este, se debilitará. Si esto persiste, crecerá más lentamente, producirá menos descendencia y será más vulnerable a las enfermedades”, apunta la experta.

Además, los investigadores advierten que se puede producir posibles efectos de retroalimentación entre los desechos plásticos y el cambio climático. “En este sentido, es urgente seguir investigando”, subraya. “La investigación al respecto aún está en pañales, pero los primeros indicios sugieren que si las partículas de plástico más oscuras que el hielo marino y la nieve prevalecen en cantidades significativas, esto podría afectar a las propiedades de reflexión del hielo, como se ha demostrado para el carbono negro, por ejemplo”, detalla a SINC Bergmann. Como consecuencia, el hielo marino absorbe más luz solar y, por tanto, se derrite más rápidamente.

A su vez, debido a lo que se conoce como retroalimentación hielo-albedo, esto puede intensificar el calentamiento global. Las partículas de plástico en la atmósfera proporcionan núcleos de condensación para las nubes y la lluvia, lo que significa que podrían influir en los patrones meteorológicos y, a largo plazo, en el clima. Además, a lo largo de su ciclo de vida, los plásticos son actualmente responsables del 4,5 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

“Este sistema grita ahora que debemos reducir la producción de plástico y limitar la contaminación por plástico de forma rápida y eficaz. El plástico que ya está en el medio ambiente se fragmentará en partículas cada vez más pequeñas, aumentando los niveles de contaminación por plástico, incluso si detenemos la contaminación hoy”, concluye la investigadora.

Referencia:

Melanie Bergmann, et al. “Plastic pollution in the Arctic”. Nature Reviews Earth & Environment (2022). DOI: 10.1038/s43017-022-00279-8

SINC