Una nueva ventana al pasado: extraen ADN humano gracias a los piojos de las momias

Las células de la piel del cuero cabelludo quedan encerradas en el cemento producido por los piojos hembras cuando adhieren sus huevos o liendres.

Un hombre adulto momificado de la cultura Ansilta, de los Andes de San Juan, Argentina, que data de aproximadamente 2.000 años / Universidad Nacional de San Juan

Los piojos han acompañado al ser humano desde casi sus orígenes: existen estudios que afirman que, hace seis millones de años, estos insectos ya infestaban a los homínidos que evolucionaron en lo que somos hoy. También progresaron con nosotros, adaptándose a las nuevas especies y circunstancias. Prueba de ello es el hallazgo de estos molestos ‘inquilinos’ en diferentes restos momificados, incluida una cabeza humana que data del año 10.000 a. C; o liendres en cadáveres que vivieron hace siete milenios encontrados en una cueva en Israel.

Pero aunque en vida fueran una molestia, estos pequeños intrusos se han convertido con el tiempo en una oportunidad. Por primera vez, los científicos han conseguido rescatar ADN humano del ‘pegamento’ que los piojos expulsan para adherir sus huevos (o liendres) en el cabello de sus ‘víctimas’. Y, además, con una calidad increíble: tenía la misma concentración que se suele observar en los dientes antiguos, el doble que la de los restos óseos y cuatro veces más de la que se recuperó de la sangre de piojos mucho más recientes. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘Molecular Biology and Evolution’.

«Algo parecido a lo que ocurre en ‘Parque Jurásico’, la película de ficción en la que se nos contaba que el ADN quedaba encerrado dentro de los mosquitos capturados en ámbar, nosotros hemos demostrado que una valiosa información genética puede quedar preservada gracias a la sustancia pegajosa producida por los piojos para pegar sus liendres al cabello. Pero no solo eso: la biología de los piojos puede proporcionar, además, pistas valiosas sobre cómo vivían y morían las personas hace miles de años», explica Alejandra Perotti, profesora asociada de biología de invertebrados en la Universidad de Reading, quien dirigió la investigación.

La sustancia blanquecina brillante es el ‘cemento’ en el que se ha hallado el ADN humano. En su interior, la liendre milenaria / University of Reading

El estudio, dirigido por la Universidad de Reading, y en el que participaron también investigadores la Universidad Nacional de San Juan (Argentina), de la Universidad de Bangor (Gales), el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford y la Universidad de Copenhague (Dinamarca), analiza liendres de restos momificados de la América precolombina que tienen entre 1.500 y 2.000 años.

El ADN humano se ha preservado perfectamente en la sustancia que las hembras dejan para pegar sus huevos, y que encerró hace miles de años las células del cuero cabelludo de sus hospedadores. De ahí se extrajo información que permitió rastrear los pasos de personas que llegaron hace dos milenios a la cordillera de los Andes de la provincia de San Juan, en el centro oeste de Argentina. El equipo también estudió las liendres en el cabello humano utilizado en un textil de Chile y las de una cabeza encogida que se originó en el antiguo pueblo jíbaro del Ecuador amazónico.

De esa información genética el equipo pudo dilucidar el sexo de cada uno de los huéspedes humanos, además de un vínculo genético entre tres de las momias e indígenas de la Amazonia de hace 2.000 años, lo que implica que la población original -todos los restos humanos estudiados pertenecen a linajes mitocondriales de los primeros pobladores de América del Sur- de la provincia de San Juan emigró de las tierras y selvas del Amazonas en el norte del continente (sur de las actuales Venezuela y Colombia).

Además, los investigadores encontraron la prueba directa más antigua del polimavirus de células de Merkel, que puede provocar un tipo de cáncer de piel poco frecuente pero muy agresivo. El hecho de haber hallado este virus aquí sugiere que los piojos pueden ser un vector de transmisión, según los autores.

El análisis morfológico de las liendres, además, reveló que las momias probablemente estuvieron expuestas a temperaturas extremadamente frías cuando murieron, lo que podría haber sido un factor en su fallecimiento. La prueba la hallaron en la cercanía de los huevos al cuero cabelludo: los piojos dependen del calor de la cabeza del huésped para mantener a su descendencia caliente y, por lo tanto, los ubican más cerca del cuero cabelludo en ambientes fríos.

Una nueva fuente de ADN
Hasta ahora, el ADN antiguo se ha extraído normalmente de huesos densos del cráneo o del interior de los dientes, ya que estas piezas son las que proporcionan muestras de mejor calidad. Pero estas piezas no siempre están disponibles para la comunidad científica, ya que su análisis a veces implica el deterioro de las mismas o la oposición de las poblaciones indígenas. Rescatar la información genética del cemento liberado por los piojos resolvería estos problemas. Una nueva y menos invasiva ventana hacia el pasado.

«La demanda de muestras de ADN de restos humanos antiguos ha aumentado en los últimos años a medida que buscamos comprender la migración y la diversidad en las poblaciones humanas antiguas. Los piojos han acompañado a los humanos durante toda su existencia, por lo que este nuevo método podría abrir la puerta a una mina de oro de información sobre nuestros antepasados, al tiempo que conserva especímenes únicos», indica Perotti.

ABC