¿Qué ocurre cuando no gesticulamos con las manos para explicar algo?

Todos solemos gesticular cuando hablamos. Realizamos gestos con las manos tanto si estamos explicando algo a una persona en la sala de nuestra casa como si lo hacemos por teléfono, sin nadie que nos vea. Lo hacemos de forma consciente con alguna finalidad previamente definida e incluso de manera inconsciente.

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Los modelos teóricos para la producción del habla y los gestos han propuesto que los gestos contribuyen a planificar y conceptualizar lo que queremos decir, sin importar si el oyente puede vernos o no. Pero la relación exacta entre habla y gesto aún no se conoce del todo. Si los gestos son tan omnipresentes cuando hablamos, ¿qué sucede si se impide que los hablantes hagan gestos al hablar? ¿La incapacidad para gesticular afecta al habla de alguna manera? ¿El habla se vuelve menos fluida o menos enfática?

Para estas preguntas han buscado respuestas unos investigadores del Departamento de Estudios Lingüísticos y Literarios (DiSLL) de la Universidad de Padua en Italia, y el Grupo de Estudios de Prosodia (GrEP) del Departamento de Traducción y Ciencias del Lenguaje de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) en Barcelona, liderados por la profesora ICREA Pilar Prieto.

“En esta investigación nos interesaba estudiar la gestualidad que acompaña al habla, en particular los gestos que la gente hace con las manos al hablar”, comenta Alice Cravotta, investigadora principal del estudio que realizó parte de su tesis doctoral durante una estancia Erasmus en el laboratorio de la UPF. “Queríamos entender la importancia de esos gestos para la comunicación y vimos que hacía falta investigar con variables muy importantes para el estudio de la prosodia (la rama de la lingüística que analiza elementos de la expresión oral tales como el acento, los tonos y la entonación).”

La creencia general es que los gestos nos ayudan a ser más claros. Cravotta nos da un ejemplo: “Imagina que tienes las manos atadas en la espalda y tienes que dar instrucciones sobre cómo llegar a un lugar. Creeríamos que es un poco más difícil que explicarlo con las manos libres. Para averiguarlo planteamos la hipótesis de que al evitar que las personas hagan gestos se afectaría su capacidad para hablar, para recordar o recuperar las palabras correctas en el momento adecuado, para planear lo que quieren decir y poner el énfasis correcto en lo que están diciendo”.

En la investigación reclutaron a 20 voluntarias mujeres entre 20 y 30 años de edad. “La razón de estudiar esto solo con mujeres fue para homogeneizar las variables acústicas de estudio de la voz, pero claramente se puede realizar el mismo estudio con un grupo mixto”, explica Cravotta.

La investigadora mostraba tiras cómicas a las participantes y luego pedía que explicaran la pequeña historia a otra persona. En la situación normal, pedían simplemente que explicaran las tiras cómicas sin instrucciones específicas sobre los gestos y en la situación experimental les pedían que se pusieran las manos debajo de las piernas mientras las explicaban, de forma que no podían producir gestos manuales. Grabaron en video todas las entrevistas y analizaron sus discursos en audio, estudiando variables como la cantidad de palabras, la velocidad del habla (sílabas por segundo), la longitud de cada narrativa (en segundos), las pausas, autocorrecciones, repeticiones, inserciones, o interrupciones, y, finalmente, el tono y la intensidad de la voz.

“Encontramos que el impedir los gestos no afectaba a la fluidez ni a las características acústicas del habla ni a la producción del discurso, algo que otros estudios también han encontrado”, explica Cravotta, “Esto es sorprendente, ya que algunos estudios han demostrado que cuando se fomenta la producción de gestos, eso ayuda a las personas en muchas cosas, como aprender, resolver problemas (matemáticos), mejorar la memoria, etcétera.”

Sin embargo, al analizar los datos eliminando el grupo de participantes que menos gesticulaba en la situación normal, los investigadores encontraron que, en la situación experimental (en la que se impedía la producción de gestos), los participantes producían un habla con rasgos prosódicos distintos del habla natural con gestos. “Vimos que puede afectar de manera diferente dependiendo de en qué medida esas personas dependen de los gestos al hablar. Si las personas usan menos gestos en condiciones normales, necesitan menos de esos gestos para comunicarse correctamente”, añade.

El paso siguiente es estudiar más a fondo las diferencias individuales de las formas en que las personas usamos los gestos. “Es indudable que hay diferencias culturales en el uso de los gestos, hay personas que gesticulan más que otras e incluso muchas varían dependiendo de la actitud del hablante y del contexto. Muchos estudios coinciden en la importancia clave que tienen los gestos en general y en cuán fuerte es la conexión entre el habla y los gestos tanto a nivel cognitivo como lingüístico. Estudiar hasta qué punto esto se aplica a individuos con diferentes disposiciones y características cognitivas sirve para comprender mejor los mecanismos subyacentes y las causas de esta compleja interacción”.

El estudio se titula “Exploring the effects of restraining the use of gestures on narrative speech”. Y se ha publicado en la revista académica Speech Communication.

NCYT