Un grupo de investigadores de la University of New South Wales (UNSW) de Sydney, Australia, ha logrado determinar las causas de la pareidolia facial, un fenómeno por el cual muchas personas ven caras en todo tipo de objetos. El trabajo de los científicos demuestra que el cerebro no discrimina entre los rostros humanos reales y aquellos que se pueden apreciar en los objetos.
Una especie de “engaño perceptivo” produce que las personas vean caras en frutas y verduras, árboles o construcciones. No se trata de ninguna manifestación patológica, sino sencillamente de órdenes emanadas desde el cerebro. Según una nota de prensa, la pareidolia facial se produce porque utilizamos los mismos procesos cerebrales en el reconocimiento e interpretación de los rostros humanos reales y en aquellos que creemos ver en los objetos.
De acuerdo al autor principal del estudio, el Dr. Colin Palmer, de la Facultad de Psicología de la UNSW, el cerebro humano tiende a reconocer determinados patrones que se repiten en todos los rostros, principalmente la presencia de la boca y los dos ojos. Aunque posteriormente logre identificar las diferencias en cada caso, ese patrón común le sirve para reconocer una cara de cualquier otra cosa.
En consecuencia, cuando vemos la boca y los ojos en una cara que se manifiesta en cualquier objeto, el cerebro pone en acción los mismos mecanismos mencionados anteriormente, y relaciona automáticamente lo visualizado con las características básicas de un rostro humano.
Al mismo tiempo, se le otorga un significado social a la imagen, otra condición trascendental para que el cerebro reconozca los rostros. En las caras reales se recibe información concreta: si la persona se encuentra feliz o angustiada, si marca aprobación o rechazo… Sucede algo similar en los rostros que se ven en objetos, porque también se les brinda una connotación social y se los “humaniza”.
Pruebas de superposición de los mecanismos neuronales
Los científicos australianos realizaron pruebas a través de un método denominado adaptación sensorial, haciendo que los participantes visualizaran diferentes imágenes de objetos en los que se podían apreciar caras.
Comprobaron que con la exposición continuada a estas imágenes se generaban cambios en la percepción de los rostros humanos reales. Por ejemplo, las personas observaban las mismas características en las caras verdaderas que aquellas presentes en los rostros de los objetos.
Según los especialistas, esto es una evidencia concreta de superposición en los mecanismos neuronales. Esto quiere decir que están activos los mismos procesos cerebrales cuando experimentamos la pareidolia facial y cuando miramos rostros humanos reales.
Evolución social y aplicaciones terapéuticas
Además, como esta condición también fue comprobada en monos, se cree que se ha heredado de los primates no humanos y que sería causa de un proceso evolutivo. El objetivo sería facilitar la interacción social, ya que un eficaz reconocimiento de rostros y de sus intenciones redunda en habilidades sociales y comunicativas de importancia.
Por último, los expertos destacaron que avanzar en el conocimiento de los procesos cerebrales implicados en el reconocimiento de rostros puede ser trascendente para el tratamiento de distintas patologías. La prosopagnosia facial, que es la incapacidad para reconocer rostros, sería una de ellas. Asimismo, los enfoques sobre el autismo también podrían verse beneficiados, porque esta enfermedad conlleva inconvenientes para entender los estados emocionales que se comunican de manera facial.