El dramático origen de las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo

El nombre de la lluvia de estrellas tiene su origen en las tradiciones griega y católica. Pero en realidad el fenómeno tiene una explicación mucho más científica de la que le daban nuestros antepasados.

«Perseo liberando a Andrómeda», de Peter Paul Rubens

La lluvia de estrellas de las Perseidas Lágrimas de San Lorenzo vuelven a visitarnos este año, con su pico máximo en la madrugada entre el 11 y el 12 de agosto. Y aunque el fenómeno astronómico tiene una explicación totalmente avalada por la ciencia, no siempre ha sido así. Las Perseidas tienen otras historias para explicar su origen, que aumentan más su peculiar encanto.

La más terrible proviene de la tradición cristiana. Las Perseidas también se conocen como Lágrimas de San Lorenzo, porque siempre ocurren apenas unos días después de la festividad que recuerda el martirio de este santo, el 10 de agosto. Cuenta la tradición cristiana que San Lorenzo fue quemado vivo en una parrilla, en Roma. Se dice que en medio del martirio exclamó: «Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho». Sus lágrimas, reza la leyenda, son las «estrellas» que en las próximas noches caerán del cielo.

Perseo, el caballero nacido de una lluvia dorada

La tradición griega tiene una explicación quizás más romántica. La lluvia de estrellas recibe el nombre de Perseidas en honor la constelación de Perseo, el lugar desde el cual parecen provenir los meteoros, lo que se conoce como radiante.

¿Por qué? En la mitología griega, Perseo es el hijo de Zeus y la ninfa Dánae. Cuenta la historia que Zeus, enamorado de la bella ninfa, tuvo que metamorfosearse para poder entrar en la habitación donde estaba recluida su amada y engendrar a su futuro vástago. La forma que eligió el dios fue, precisamente, una lluvia dorada

Más tarde, cuando Perseo ya era adulto, un colérico Poseidón, rey de los mares, castigó la arrogancia de Casiopea, una reina etíope tan obsesionada con su belleza que se consideraba más hermosa que las Nereidas, las ninfas del mar. Así que envió a Ceto, un enloquecido monstruo marino, a castigarla y a sembrar la destrucción en toda Etiopía.

La reina, asustada, entregó a su hija para sacrificarla ante Ceto y restaurar el honor de Poseidón. Y así fue como una desnuda Andrómeda acabó encadenada a una roca. En medio de un peligro terrible, parece ser que Andrómeda gritó hacia la mar y que llamó la atención de los pequeños y brillantes ojos de Perseo, que quedó enamorado al instante. Por eso, este caballero fue a rescatar a Andrómeda a lomos de un enorme caballo blanco.

Perseo regresaba de matar y cortarle la cabeza a la pérfida Medusa, la criatura capaz de petrificar con su mirada a cualquier osado. Como Perseo era un tipo muy pragmático, usó la cabeza de Medusa para convertir a Ceto en un coral, y así pudo salvar a Andrómeda y después casarse con ella.

La verdad detrás de las Perseidas

Pero, ¿qué con las Perseidas en realidad? Las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo son fundamentalmente granos de polvo, del tamaño de granos de arena, que entran en la atmósfera a velocidades extremadamente altas, de 10 a 50 kilómetros por segundo. Tal es así, que la fricción del gas de la atmósfera las calienta, las desintegra y las hace brillar. Esto ocurre a una altura de entre 80 y 100 kilómetros, cerca de la línea Karmán, que es el límite a partir del cual la atmósfera se hace más densa. Por tanto, aunque las estelas parezcan pequeñas, en realidad pueden alcanzar grandes longitudes.

Cada año, alrededor del 12 de agosto, la Tierra atraviesa un campo de residuos dejado por un cometa, como si fuera una estela de polvo dejada por un coche en un camino. Por ese motivo, cada año las Perseidas ocurren en la misma época.

El cometa errante

El cometa que originó este campo de residuos es el Swift Tuttle, un objeto compuesto de polvo, hielo (de agua, monóxido de carbono y dióxido de carbono) que gira en torno al Sol en una amplia órbita, que tarda en recorrer 133 años. Este objeto, mucho más grande que una montaña y que llega a los 24 kilómetros de diámetro, pasó por las cercanías del Sol en 1992, y no volverá a hacerlo en 2126. Por mucho que su enorme tamaño imponga, si pudiéramos «amansarlo» y depositarlo sobre el océano veríamos que este cuerpo flota, a causa de su baja densidad.

Pues bien, cada vez que lo hace, y que se acerca al llamado perihelio, el calor y la radiación solares no solo hacen que de él nazca una cola de decenas de miles de kilómetros de largo, tan características de los cometas. Además, el calor sublima el hielo (lo transforma en gas), produciendo géiseres y estallidos en la superficie del cometa. Por este motivo, en el entorno se genera una nube de partículas de polvo, agua y hielo que permanece en la retagaurdia del cometa, tiempo después de este pase por un lugar.

De hecho, se puede decir que los cometas dejan detrás de sí un anillo muy sutil de restos que se van acumulando cada vez que recorren las cercanías del Sol, a lo largo de su órbita. Por eso, el año 2126 y sucesivos deberían ser mejores para ver Perseidas, puesto que el Swift Tuttle «recargará» su nube de polvo.

ABC