Georgina Mace: “Es el momento de ‘resetear’ nuestra relación con la naturaleza”
June 1, 2020 El Mundo , NoticiasLa prestigiosa zoóloga, premio Fundación BBVA Fronteras de Ecología, analiza las causas del auge de enfermedades infecciosas que saltan de animales y recuerda que nuestro bienestar depende directamente de nuestra relación con la naturaleza.
Georgina Mace (Londres, 1953) se asoma al mundo post-pandemia con la esperanza renovada en un nuevo punto de partida en la relación del hombre con la naturaleza. Desde su mirador en el University College London, la prestigiosa zoóloga –galardonada el año pasado con el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento de Ecología- advierte que el mundo debe prepararse también para las severas consecuencias de la pérdida de biodiversidad y del cambio climático.
La científica británica fue la artífice la Lista Roja de especies amenazadas y ha dedicado sus últimos años de investigación al concepto de “servicios ecosistémicos”: Todo lo que nos aporta la naturaleza y que nunca nos atrevimos a evaluar.
- ¿Existe una relación entre la pérdida de biodiversidad y la salud humana?
- La variedad de la vida en la Tierra es crucial para nuestra salud física y mental. La biodiversidad nos aporta mucho directa e indirectamente. De ella dependemos para el alimento y el agua que nos nutre, para regular el clima y protegernos de todo tipo riesgos. Somos parte de la naturaleza y nuestro bienestar depende de una relación saludable con ella. Si la destruimos, perdemos sus beneficios. Las disrupción de la naturaleza puede tener consecuencias predecibles y no predecibles para nosotros.
- ¿Podemos decir pues que la pandemia es un producto de nuestra mala relación con la naturaleza?
- El Covid-19 es un incidente muy grave con un coste inmediato de pérdida de vidas y con posibles consecuencias para la salud física y mental de mucha gente en el futuro. Pero hay muchos otros tipos de consecuencia de esa relación “rota”. Por ejemplo, la destrucción de los bosques tropicales en Suramérica y el sureste de Asia puede contribuir al cambio climático y afectar a miles de millones de personas en las próximas décadas. La degradación de los suelos por las malas prácticas agrícolas o el declive de las poblaciones de insectos esenciales para la polinización permiten también la emergencia de nuevas plagas y patógenos. El Covid-19 nos ha golpeado por su escala y su urgencia, pero hay muchas otras consecuencias de nuestra mala relación con la naturaleza que se van acumulando y nos causarán problemas en el futuro.
- La palabra resiliencia corre de boca en boca desde que golpeó el coronavirus ¿Qué podemos aprender de esa capacidad propia de la naturaleza?
- Todos los sistemas naturales tienen, efectivamente, la habilidad de resistir el daño y recuperarse en maneras a veces inesperadas. Necesitamos aprender a estimular la resiliencia en la naturaleza. Pienso que hay límites de adaptabilidad y recuperación, pero aún no los conocemos bien. La aproximación más sensata es conservar y restaurar lo que tenemos. Necesitamos “resetear” nuestra relación con la naturaleza para asegurar un futuro mejor para los humanos y para el resto de la vida en la Tierra.
- Hoy por hoy, el 60% de las enfermedades son zoonóticas ¿Qué se puede hacer para invertir esa tendencia?
- Parece que las enfermedades infecciosas están emergiendo a una velocidad cada vez mayor, y el efectivamente la mayoría están causadas por patógenos que saltan desde los animales. Hay numerosas causas detrás de todo esto. Entre las más importantes están el cambio de uso de la tierra. La deforestación, la agricultura y la ganadería intensiva causan la pérdida de la biodiversidad, y ponen en contacto a la gente con la vida silvestre. El ganado puede servir como “huésped intermedio” para la transmisión de patógenos a la gente. Así que limitar esas interacciones es importante. El mundo urbanizado e interconectado en el que vivimos hace también que estas enfermedades se propaguen rápidamente. El comercio global tiene un impacto a larga distancia y puede mover patógenos alrededor del mundo. Un último factor es el aumento de la población, con la gente viviendo en ciudades cada vez más densas, y en contacto con animales que pueden transmitir viejas y nuevas enfermedades. Todos los pasos en esta cadena son importantes.
- “Pérdida de biodiversidad” es tal vez un concepto demasiado abstracto para la mayoría de la gente ¿No deberíamos estar hablando directamente de “extinción masiva”?
- Sí, el término suena demasiado técnico probablemente, y subestima el alcance del problema. “Extinción masiva” se refiere en particular a la pérdida de especies, cuando los problemas actuales son la disrupción y la “simplificación” de la naturaleza. Creo que deberíamos poner el énfasis en lo importante que es la relación con la naturaleza, pues nuestra salud y nuestro bienestar depende de ello. Y hablo a todos los niveles, desde experiencias personales como un simple paseo por el parque a la relación local con los ecosistemas para garantizar el suministro de alimentos y energía. Y finalmente a escala nacional y global, donde la disrupción del clima y los riesgos naturales pueden traducirse en la emergencia de nuevas enfermedades.
- ¿Considera la “Lista Roja” de especies amenazadas como su mayor aportación científica? ¿Estamos ante el definitivo baremo de la vida en la Tierra?
- Sí, estoy orgullosa de que sirva como una medida científica del estatus de la biodiversidad, y creo es que cubre esa importante dimensión relacionada con la extinción. Pero es solo una herramienta, y necesitamos otras más para medir los diferentes aspectos de la biodiversidad que afectan a la gente.
- Una de las primeras víctimas de la pandemia fue precisamente la Cumbre de la Biodiversidad (COP15) en Kuming. A las pocas semanas se suspendió también la Cumbre del Clima (COO26) ¿No existe el riesgo de que el medio ambiente pase a segundo plano ante la emergencia sanitaria?
- Tengo mucha esperanza en que no se pierda el impulso, y creo que hay mucha gente trabajando para que sea así. Tenemos una oportunidad para presionar a los gobiernos y a las corporaciones para que inviertan en una recuperación verde post-pandemia, apoyando la restauración de la naturaleza, construyendo economías bajas en carbono e invirtiendo en la adaptación al cambio climático. Ha habido un trabajo excelente en la preparación de la COP15 y la COP26 estableciendo en vínculo entre biodiversidad y cambio climático. Son buenas señales que nos permiten creer que el impulso va a seguir vivo.
- Su investigación se ha centrado en los últimos años hacia el concepto de “servicios ecosistémicos” ¿Deberíamos ponerle un precio a todo lo que la naturaleza hace por nosotros?
- Es una gran idea como principio: mostrar el valor económico para inspirar y validar los esfuerzos para conservar la naturaleza. Sin embargo, existe el riesgo de poner por delante los servicios de “alto valor monetario” y relegar a otros de los que sabemos poco o que son más difíciles de evaluar. Es algo que se debe hacer, pero que no nos asegura por sí mismo que podamos mantener todos los beneficios que recibimos de los sistemas naturales.