Emprender a los 65: una vía para escapar del aislamiento tecnológico

Los miembros de Senior Planet, la comunidad de jubilados más ‘techie’ del mundo, empiezan a triunfar con sus negocios ‘online’ y sus nuevas capacidades gracias a la formación que reciben en el centro. ¿El objetivo? Perseguir sus pasiones mientras escapan de los estragos de la jubilación.

@Adrienne Grunwald

“¿Todas microagresiones de las que habla la gente? Solo hay que imaginarse cómo es tener 75 años”, empieza Tom Kamber. La gente te empuja por la calle, continúa él. Primero atienden al chico más joven que hay al lado suyo. Kamber empieza a hablar más deprisa para explicar las entrevistas de trabajo, cuando los de recursos humanos le preguntan su edad. El veterano exclama: “¡Es una pregunta completamente ilegal! Es como preguntar: ‘¿Es usted negro? Parece gay, ¿es usted gay?'” O si el responsable de contratación es astuto, intentará ocultar la ilegalidad de su pregunta y ahondará en el año de graduación. “Es una estupidez”, sentencia.

Kamber no suele dar entrevistas. Habla 1,5 veces más rápido de lo normal. En cuestión de segundos ha soltado tres frases. Es calvo y tiene un tatuaje art déco en su bíceps. Cuando le vi bailar salsa en la fiesta de diferentes edades que él organizó en un club de Nueva York (EE. UU.), no parecía el director de un centro para mayores. Pero resulta que Tom Kamber se dedica a edadismo, “el último ismo“, según él, y ​​ tiene mucho que decir al respecto.

“Viviendo en una sociedad edadista, los sueños de una persona, que le pueden parecer totalmente normales, pueden ser una amenaza para otros”, advierte. No solo dispara frases rápidas, también párrafos veloces. Kamber añade: “La gente intenta frenarnos, porque teme su propio envejecimiento. O porque competimos con ellos a nivel económico. Porque no quieren tener que introducir las ideas de otra persona en su cultura juvenil. ¡La gente no para de dar la lata!”

El fundador de Senior Planet, Tom Kamber. / Adrienne Grunwald

Esa es la razón por la que Kamber creó Senior Planet, un centro comunitario tecnológico que prepara a los mayores para abrirse camino a través de un mundo que conspira para mantenerlos marginados. En la puerta de la entrada pone: “Envejecer con actitud”. Con sus mesas de madera y su ambiente impecable, rivaliza con el vecino espacio de WeWork en el barrio de Chelsea en Nueva York (EE. UU.).

Kamber resulta fascinante, y el centro que dirige es como una colmena. Antes de que nos sentáramos a hablar, yo ya había comprado unos mitones de una de las graduadas, la artista tejedora y empresaria Madelyn Rich, que se pagó su reciente crucero por el Caribe gracias a las ventas principalmente online de guantes. En el laboratorio de informática, grupo de alumnos estaba aprendiendo a usar Google Calendar y Google Hangouts. Una mujer sofisticada de pelo blanco con gafas de aviador llamada Rachel Roth, entró con un carrito lleno de sus almendras de chocolate espolvoreadas con sal marina llamadas Opera Nuts (las vende online y a través de algunos comercios) y repartió algunas muestras en su personalizado embalaje de caja de comida china para llevar.

Este grupo de mayores de 60 está aquí por muchas razones. En general, rechazan los dispositivos portátiles con botones de pánico y los detectores de caídas. Están aquí para asistir a las clases gratuitas y hacer amistades, para aprender a encontrar las fotos que su hija publica en Facebook, para entender el sistema de cerradura inteligente han instalado en el edificio donde viven, les guste o no (a la mayoría no les gusta). Quieren volver a estar conectados a un mundo en el que “la tecnología los ha atropellado”, detalla Kamber.

Aproximadamente uno de cada cinco de ellos llega con ganas de utilizar la tecnología para trabajar y ganar dinero, ya sea porque se aburrieron de la jubilación o para convertir sus pasiones en un trabajo. Quieren Twitter e Instagram, Google Suite y Microsoft Word. Quieren pagar por PayPal, y crear una página web de Wix, y enviar vídeos por correo electrónico para audiciones de actuación. Quieren abrir tiendas dirigidas a personas mayores como ellos, y lanzar revistas para mujeres con curvas, y conducir en su propia furgoneta de peluquería canina. Es posible que quieran alcanzar sus metas incluso más que los jóvenes, porque cuando se llega a cierta edad, “el horizonte es más corto, los sueños se vuelven más críticos y urgentes”, explica Kamber.

Pero entonces llegan las microagresiones, las personas que dan la lata. “Cuando una persona mayor tiene una idea y quiere hacerla realidad, necesita que alguien le ayude un poco”, detalla Kamber. Así que, durante los últimos 15 años, su organización sin ánimo de lucro ha creado una especie de plataforma para empoderar a las personas mayores a “descorchar sus vidas”, con un plan de estudios reconocido por los nombres más importantes del campo del envejecimiento, extendiéndose por EE. UU. y el extranjero.

Si alguien se está descorchado, ese es Calvin Ramsey. Tras años vendiendo seguros, Ramsey tenía poco más de 50 años cuando decidió dar la última oportunidad a sus sueños de dramaturgia. Escribió una obra de teatro y un libro para niños sobre el Libro Verde, la guía de mediados de siglo pasado sobre las empresas de todo el país que atendían a los conductores negros en la época de segregación racial en Estados Unidos. Consiguió producir la obra y publicar el libro casi sin saber enviar un correo electrónico. (Con muchas llamadas telefónicas y visitas a la oficina de correos). Como su carrera de escritor comenzó cuando ya 60 años, Ramsey hizo el gran cambio de mudarse de Atlanta (EE. UU.) al centro de la escena teatral de Nueva York.

Dramaturgo Calvin Ramsey, acude habitualmente a Senior Planet. / Adrienne Grunwald

Poco después, entró en Senior Planet para realizar unos cursos de principiantes, ya que se dio cuenta de que era hora de dejar de evitar los conceptos del mundo moderno. Primer objetivo: superar su miedo a “estropear la máquina”. Segundo: aprender a usar el correo electrónico para enviar sus guiones a directores y actores mientras sus obras se presentaban en todo el país. “¡Facilita mucho las cosas!”, afirma. Luego aprendió tareas más complicadas: los empleados de Senior Planet le ayudaron a crear una página web para presentar su trabajo, y comenzó a usar Skype para hablar sobre su libro para niños con escuelas remotas de alumnos de primaria.

Un día, mientras Ramsey estaba sentado en un parque, el creador del muy popular blog fotográfico Humans of New York, Brandon Stanton, se le acercó para hacerle una entrevista sobre cómo su vida había cambiado después de cumplir los 60 años, y lo fotografió. Stanton le aconsejó que abriera una página en Facebook para capitalizar a los 18 millones de seguidores que el blog pronto le iban a ver. Ramsey se fue directamente a Senior Planet, los empleados le ayudaron a crear una página de autor, y unos días después, Calvin Ramsey, el hombre que poco tiempo antes no sabía enviar ni un correo electrónico, tenía 37.000 seguidores.

Ahora hay más personas mayores trabajando que nunca: el 63 % de las personas entre 55 y 64 años y el 20 % de los mayores de 65 años, solo en EE. UU. Sin embargo, no está claro si trabajan porque quieren o porque necesitan hacerlo. Los estadounidenses se jubilan con cada vez más deudas y menos ahorros. En el lado positivo, viven más tiempo, y cada vez más investigaciones destacan que el trabajo, al menos en parte, hace que esos años adicionales sean más agradables. Por ejemplo, los investigadores de Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y la Universidad de Princeton (ambas en EE. UU.) descubrieron que las personas mayores que rara vez o nunca se “sentían útiles” tenían casi tres veces más probabilidades de desarrollar una discapacidad leve o incluso morir durante el estudio.

Me quedé en un curso de Senior Planet llamado, claramente, “Trabajo”. Los alumnos estaban aprendiendo a usar Google Hangouts. Cuando terminó la lección, una mujer con el pelo muy corto, llamada Jean McCurry, se quedó para hablar. Me contó que todavía forma parte de un par de juntas directivas, pero que echaba de menos algunas cosas de su antiguo trabajo: “La responsabilidad y el compromiso: es lo que se echa de menos al jubilarse, la verdad”, añadió. McCurry mencionó a un amiga mayor que ella que consiguió un trabajo enseñando en cursos online para una universidad estatal, y señaló: “Así es como mantuvo su relevancia a los 90 años”.

La idea de volver a la acción la llenaba de optimismo, pero no pude evitar sentir algo de preocupación por la desalentadora discriminación a la que se enfrentaría. El edadismo actual tal vez quede mejor reflejado en la infame afirmación de Mark Zuckerberg en 2007, cuando dijo que “los jóvenes son simplemente más inteligentes”. Pero más allá de esta anécdota, en un estudio de 2017 del Banco de la Reserva Federal de San Francisco (EE. UU.), los investigadores inventaron currículums para ficticios solicitantes de varias edades y los enviaron a convocatorias reales para puestos de conserjes, vendedores y guardias de seguridad. Descubrieron que, en casi todas las categorías de trabajo, los aspirantes de mayor edad recibían menos llamadas que los de mediana edad que, a su vez, recibían menos que los jóvenes. La diferencia destacaba particularmente en el caso de las mujeres mayores; los investigadores, apenados pero no sorprendidos, especularon que la apariencia física era más importante en las carreras relacionadas con los servicios, y que el envejecimiento físico femenino se juzgaba con mayor dureza que el de los hombres.

Con tantos obstáculos para conseguir un trabajo y con el deseo de poder controlar sus propios horarios tras años trabajando para otros, no sorprende que algunas personas tomen el camino del emprendimiento.

Conocí a Michael Taylor en la clase de Wix. Taylor se parece a Samuel L. Jackson, con el pelo corto con manchas blancas. Es un hombre de 71 años que podría pasar por 45; incluso una vez fue acusado de usar fraudulentamente su tarjeta de jubilado. Cuando cerró su tienda de antigüedades en 2009 debido al enorme aumento del alquiler y la disminución de las ventas, no quería dejar de trabajar. Su abuelo se retiró a los 84 años. Taylor después: “Un año después se había convertido en alguien que no conocía, vi a un anciano. Y pensé: ‘Si eso es lo que hace la jubilación, no la quiero’. Así que pienso trabajar hasta que Dios me deje o simplemente hasta que ya no pueda trabajar”. Pero, se encontró con ese problema tan familiar: “Descubrí que conseguir un trabajo no es tan fácil como para los candidatos de 20, 30, o 40 años”.

Recuerda que cuanto tenía 60 años se preguntó: “¿Qué quiero hacer cuando sea mayor?” En 2010, se matriculó en la Escuela de Diseño de Interiores de Nueva York, obtuvo una licenciatura y un máster y, a veces, le sorprende su propia iniciativa: “Un día estaba estudiando para el último examen, y me dije a mí mismo: ‘¡Estás estudiando cuando deberías preocuparte por la demencia que vendrá pronto!'”

Michael Taylor usó clases de OATS para poner en marcha su nuevo negocio. / Adrienne Grunwald

Oyó hablar de Senior Planet en su clase de yoga. Parte del curso consistía en aprender nuevas herramientas digitales de su oficio. Sacó una tablet para mostrarme las simulaciones de salas que había creado con el software de diseño. También aprendió a crear su página web comercial. Mientras navega por ella me enseña la sección con fotos de antes y después de su primer trabajo: el apartamento de un amigo que quería modernizar para aumentar su rentabilidad en Airbnb. Y afirma: “Me gusta lo que he hecho”.

Taylor ha tenido que hacer ciertos cambios para conseguir clientes, incluido perfeccionar su presentación. No habla de su edad y no hace menciones a nada anterior a 1970. Un amigo le aconsejó que no hiciera ruido cuando se pusiera de pie, y en una reunión, dejó caer ‘accidentalmente’ sus llaves para mostrar lo ágil que era para cogerlas. El emprendedor detalla: “No quiero que piensen ‘¿Lo va a lograr?'”. Se ríe de sí mismo, y luego se pone los auriculares para atender la llamada de un cliente.

“Me dije a mí mismo: ‘¡Estás estudiando cuando deberías preocuparte por la demencia que vendrá pronto!'”

Un lunes por la mañana, una clase llamada “Start-up!” abordó los mercados online. Un instructor con barba llamado Roberto estaba explicando a su docena de alumnos cómo aumentar el “valor arbitrario” en una plataforma como Etsy. El edadismo volvió a aparecer en la discusión. Una mujer de pelo rizado intentaba mejorar su negocio de almohadas y cortinas de encaje cosidas a mano. Se preguntó si su empresa debería tener un aspecto más joven: “Estoy pensando en la vanidad. Si mi producto fuera de gama alta, consideraría hacerlo”.

Roberto les pidió que practicaran presentando su start-up al grupo. Varias de las propuestas estaban dirigidas a sus propias necesidades: una tienda de alimentación centrada en evitar largas caminatas, una camioneta para el cuidado de perros que llega hasta la puerta de casa, y personal de mantenimiento dirigido a personas mayores del Bronx con ingresos fijos. Pero no todos sus negocios eran de personas mayores para personas mayores. Una mujer que se dedicó durante años a promover espectáculos de jazz quería aprender a cobrar sus servicios; otro quería abrir un bar. Al final de cada presentación, los alumnos aplaudían con entusiasmo.

La idea de dar consejo empresarial a personas mayores no fue el objetivo inicial de Kamber. Al principio, dirigía la oficina de Nueva York de una organización sin ánimo de lucro orientada a la justicia social. Entonces empezó a dar clases particulares a una mujer de unos 70 años para que aprendiera a conectarse. La idea se convirtió en una organización llamada Older Adults Technology Services (OATS) en 2004. Kamber, quien impartió la primera clase en un laboratorio de computación de vivienda pública, obtuvo fondos de la ciudad para desarrollar el plan de estudios y usó grupos focales para preguntar a los mayores qué querían.

Madelyn Rich es la artista tejedora de Senior Planet. / Adrienne Grunwald

Sus respuestas revelaron que la raíz del problema no residía en cómo usar la tecnología. No querían limitarse a aprender a enviar correos electrónicos o unirse a Facebook; querían reforzar sus redes sociales después de la muerte de su pareja o amigos. No solo pretendían navegar por la web; sino contactar a su representante en el Congreso o solicitar beneficios. En resumen, sus deseos no eran sobre tecnología, sino sobre lo que la tecnología les permitiría hacer. Kamber recuerda: “Nos dimos cuenta de que en realidad se trataba del envejecimiento. ¡Se trata del envejecimiento, tonto!”

Kamber recaudó fondos, contrató instructores profesionales y difundió el programa, todo gratis, a 40 laboratorios de informática en los cinco distritos de Nueva York. OATS lanzó el primer espacio Senior Planet en 2013.

Algunos de los primeros alumnos, como Rich y su negocio tejedor, encontraron que el dinamismo del centro era mejor que en el típico centro para personas mayores. Así que le dijo al personal que realmente necesitaba ayuda para vender sus productos por internet. La emprendedora recuerda que, cuando los voluntarios de Google visitaron el centro, uno de ellos le si le gustaría abrirse una cuenta en Gmail. Pero la persona que hizo la pregunta, la hizo muy despacio, como si Rich tuviera problemas para entender. La veterana le contestó que ya tenía, y que lo que quería era incorporar Google Analytics en su página web. “¡Sus ojos se iluminaron!”, recuerda.

Los empleados de Senior Planet ayudaron a Rich a subir a Etsy, y ella conoció a Rachel Roth, quien entró al centro cuando estaba a punto de lanzar Opera Nuts. Ambas mujeres sugirieron que Senior Planet les permitiría crear un mercado en su oficina principal para vender sus productos. Así lanzaron el Bazar de vacaciones Senior Planet. Rich y Roth ahora se llaman entre sí para solucionar los problemas de sus páginas web mientras sus respectivos negocios despegan.

En junio, visité un centro recién abierto en Palo Alto (EE.UU.), llamado Avenidas. Había un montón de cascos Oculus VR listos para las clases que comenzarían en julio, y las presentaciones de diapositivas de miembros en otras ciudades (como Rachel Roth) aparecieron en televisores recién montados en las paredes. Kamber, que había volado desde una conferencia en Rusia, se dirigió a una sala repleta de fundadores de start-ups que lanzaron aplicaciones para usuarios mayores, y de 150 personas mayores de la zona. Kamber les contó la historia de uno de los participantes de Senior Planet en Nueva York, un actor que no oía bien y le costaba enterarse de las audiciones por teléfono. Hasta que aprendió a enviar correos electrónicos para pedir los detalles y prolongó su carrera más años.

De vuelta a Nueva York, los mayores siguen viniendo al centro aunque no estén inscritos en una clase: a veces para aprovechar la ayuda tecnológica, o para organizar un viaje para obtener más fondos o para ver, por ejemplo, a Calvin Ramsey presentar su último espectáculo.

Una mañana de junio, Ramsey entró con un traje de lino y gafas de sol negras y se sentó en el banco de ordenadores. La noche siguiente, había hablado con personas que tenían la mitad de su edad sobre cómo comercializar su trabajo. “Todo sobre la escritura ha sido una experiencia extracorporal”, dijo con los ojos muy abiertos.

Volvió a la tarea del día: enviar un teaser para su nueva obra sobre el primer graduado negro de la Universidad de Yale (EE. UU.). Ramsey abrió un documento de Word y tecleó con dos dedos. Diligentemente, adjuntó el anuncio en un correo electrónico y añadió docenas de destinatarios. Luego pensó en más personas y las agregó; luego pensó en otras más, y los incluyó también. Finalmente presionó “Enviar”, diciendo: “¡Fiuuuuuu!”, como si fuera una nave espacial despegando. En cuestión de minutos, empezaron a llegar respuestas, llenas de felicitaciones.

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