La radiación en las Islas Marshall es más alta que la de Chernóbil

Un estudio de la Universidad de Columbia recomienda que los residentes no regresen a varias islas deshabitadas hasta que las áreas se limpien a fondo y se evalúe su seguridad.

Mucha gente olvida (o desconoce) que Estados Unidos utilizó las Islas Marshall como terreno de pruebas para 67 armas nucleares entre 1946 y 1958, causando catástrofes humanas y ambientales.

Lamentablemente, las consecuencias de estas pruebas persisten a día de hoy. Una nueva investigación, publicada por la Universidad de Columbia, muestra cómo los niveles de radiación en algunas regiones de las Islas Marshall, situadas en el  Pacífico central, son mucho más altos que en las áreas afectadas por los desastres nucleares de Chernóbil y Fukushima.

¿Cuánto más altas?

Los investigadores realizaron mediciones de la concentración de actividad de americio-241, cesio-137, plutonio-238 en 38 muestras del suelo de los atolones.

Las islas Enjebi, Runit, Bikini y Naen mostraron las concentraciones de radiactividad más altas.El hecho de que las concentraciones de actividad sean también elevadas en las muestras de la Isla Naen es un hallazgo sorprendente, ya que el atolón Rongelap no era un sitio de pruebas nucleares, sino que solo estuvo expuesto a consecuencias, principalmente de la prueba de Bravo realizada en 1954.

De las 67 bombas que fueron detonadas durante los años 40 y 50, la más poderosa fue la denominada “Castle Bravo”, en 1954, en el atolón Bikini. Su potencia fue 1.000 veces mayor que cualquiera de las bombas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. En definitiva, como se relata en el estudio, la concentración de isótopos nucleares en algunas de las islas está muy por encima del límite de exposición legal establecido en los acuerdos entre los Estados Unidos y la República de las Islas Marshall.

La investigación es un compendio de tres estudios, publicados el 15 de julio en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), que analizó muestras de suelo, sedimentos oceánicos y una variedad de frutos.

Los autores del trabajo, dirigido por Emlyn Hughes y Malvin Ruderman del Centro de Estudios Nucleares de Columbia; e Ivana Nikolic Hughes, profesora asociada de Química han manifestado lo siguiente: “Basándonos en nuestros resultados, llegamos a la conclusión de que, para garantizar una reubicación segura en los atolones de Bikini y Rongelap, es necesaria una mayor remediación ambiental para evitar la exposición potencialmente dañina a la radiación

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¿Por qué las Islas Marshall no pueden ser habitadas, como lo están ahora Hiroshima y Nagasaki?

Hay que tener en cuenta que, el periodo de semidesintegración de, por ejemplo, el plutonio 239, encontrado en los atolones afectados, es más de 24.000 años. No obstante, dado que la radiación emitida por una bomba nuclear tiene un periodo de vida relativamente corto, es difícil establecer con exactitud cuándo volverán a ser habitables. No obstante, en 2014, la UNESCO estableció que el atolón de Bikini no volvería a serlo hasta, al menos, dentro de 30 años.

Precisamente el hecho de que la radiación emitida por una bomba nuclear tenga un periodo de vida corto es la razón por la que Hiroshima y Nagasaki están actualmente habitadas. La clave de la diferencia entre ambos casos es la cantidad de combustible nuclear que fue detonado: la bomba de Hiroshima, “solo” detonó 0,90 kilogramos de uranio y Nagasaki, 0,90 kilogramos del plutonio, en una única bomba. Sin embargo, recordemos que las Islas Marshall han sido escenario de unas 67 detonaciones.

¿Y Chernóbil?

Por su parte, cuando explotó el reactor en Chernóbil se liberaron siete toneladas de combustible nuclear, 100 veces más que en las bombas detonadas en Hiroshima y Nagasaki. Por ello, Chernóbil posiblemente no podrá ser habitable hasta dentro de decenas o incluso, cientos de años, aunque es difícil ponerse de acuerdo (para algunos científicos este periodo es mayor; para otros, mucho menor); los procesos nucleares en los distintos casos fueron completamente distintos.

Las Islas Marshall, una cadena de atolones tóxicos

Las Islas Marshall son una cadena de atolones (en total, 1.152 islas y arrecifes) situada a medio camino entre Australia y Hawaii, en la Micronesia y han experimentado un rápido crecimiento desde la década de 1960. La mayoría de los residentes de la nación viven en dos islas, con una densidad de población muy elevada, dado que no pueden regresar a sus islas de origen debido a la contaminación nuclear. Los atolones más contaminados a día de hoy son Bikini, Enewetak, Rongelap y Utirik.

Una zona cotizada por las grandes potencias

Poco se sabe de los primeros pobladores de las Islas Marshall, pero sí que fueron conquistadas por los colonos españoles durante el siglo XVI, y hasta finales del siglo XIX, cuando fueron cedidas a Alemania y Reino Unido.

Las Islas Marshall han sido usadas como zona estratégica para muchos gobiernos a lo largo del siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial, Japón se apoderó de las islas, hasta 1944, cuando Estados Unidos se las arrebató en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Poco después, EE.UU llegó a un acuerdo con el Consejos de Seguridad de la ONU para administrar dicha zona. Fueron bautizadas en honor a John Marshall, abogado y militar estadounidense que visitó las islas en 1799.

Las Islas Marshall consiguieron su independencia en 1990, lo que convierte a la República de las Islas Marshall como uno de los estados más jóvenes del mundo.

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