Sorpresa nunca vista dentro de un meteorito hallado en la Antártida

Científicos descubren en el interior de la roca el pequeño fragmento de un cometa formado lejos del Sol hace 4.500 millones de años.

La ilustración que muestra cómo un asteroide se tragó una porción de material de bloques de construcción cometarios y se conservó dentro de un meteorito / Larry Nittler / NASA

Como morder un bombón y encontrarse dentro algo inesperado. Un equipo internacional liderado por investigadores españoles ha descubierto por primera vez el fragmento de un cometa en el interior de un meteorito. La roca, una condrita carbonácea primitiva hallada en la Antártida, ha servido de cápsula para conservar este material tan frágil formado en regiones distantes al Sol hace más de 4.560 millones de años. Los resultados, que se publican en la revista «Nature Astronomy», pueden ofrecer pistas sobre la formación del Sistema Solar.

Tras un estudio de tres años del meteorito La Paz 02342, de la colección antártica de la NASA, los investigadores han llegado a la conclusión de que dentro hay un diminuto fragmento de cometa, de unas cien micras. Está compuesto por una mezcla inusual de materiales orgánicos, silicatos amorfos y cristalinos, sulfatos de sodio, sulfuros y granos presolares, estos últimos sintetizados en estrellas que enriquecieron los materiales primigenios de nuestro Sistema Solar. Para su análisis se ha empleado, entre otros instrumentos, un espectrómetro de masas de iones secundarios (nano-SIMS) de la Institución Carnegie de Washington (EE.UU.) que permite el sondeo electrónico a escala nanométrica de la muestra.

La Paz 02342 es un meteorito primitivo formado en los albores de la historia de nuestro Sistema Solar / Carles Moyano-Cambero

«Muchos objetos del Sistema Solar poseen una composición muy diferente a la de los meteoritos a los que estamos acostumbrados. Las condritas carbonáceas, como La Paz 02342, constituyen un legado fósil de la creación de los planetesimales y en su interior son capaces de preservar muestras únicas de otros objetos mucho más ricos en materia orgánica y volátiles, conocidos como cometas», explica el investigador del CSIC Josep Maria Trigo, que trabaja en el Instituto de Ciencias del Espacio de Cataluña y codirige el estudio

Tanto los asteorides como los cometas se formaron a partir del disco de gas y polvo que una vez rodeó al joven Sol, pero se agregaron a diferentes distancias, lo que afectó a su composición química. En comparación con los asteroides, los cometas contienen fracciones más grandes de hielo de agua y mucho más carbono, y generalmente se forman más lejos del Sol donde el ambiente es más frío.

Protegida al entrar en la atmósfera

Sección de la condrita carbonácea La Paz 02342 y ampliación del material cometario / CSIC / Carnegie

Aproximadamente de 3 a 3,5 millones de años después de la formación del Sistema Solar, mientras la Tierra seguía creciendo, este diminuto objeto fue capturado por el asteroide en crecimiento del cual se originó el meteorito. «Debido a que la muestra fue tragada por un asteroide y conservada dentro del meteorito, fue protegida de los estragos de la entrada a la atmósfera de la Tierra», explica Larry Nittler, investigador de Carnegie. «Nos ha permitido echar un vistazo al material que no habría sobrevivido para alcanzar la superficie de nuestro planeta por sí solo, ayudándonos a comprender la química del sistema solar primitivo».

La existencia de este material sugiere que debido al arrastre causado por el gas circundante, partículas como esta migraron desde los bordes exteriores del Sistema Solar, donde se formaron los cometas y los objetos del Cinturón de Kuiper, hacia el área más cercana más allá de Júpiter, donde se formaron las condritas carbonosas. Esto revela detalles sobre cómo la arquitectura de nuestro sistema tomó forma durante las primeras etapas de la formación planetaria.

«Los descubrimientos como este demuestran lo importante que es recuperar meteoritos preciosos como La Paz de la Antártida», dice Jemma Davidson, del Centro de Estudios de Meteoritos de la Universidad del Estado de Arizona (ASU). «Nunca sabemos qué secretos revelarán».

ABC