El homenaje no es casual, pues este sencillo, aunque cada vez más elaborado plato, se merece una conmemoración por todo lo alto. Es el eterno compañero de comidas al que recurrir durante las jornadas laborales, cenas exprés, días de colegio, excursiones o meriendas. La variedad es tan ilimitada como gustos tienen las personas. Práctico y versátil, el sándwich puede ser un tentempié de emergencia o un bocado gourmet. Es perfecto para los momentos en que se tiene poco tiempo y mucho antojo. En este artículo se explora su origen y se repasan sus principales cualidades.
El origen del sandwich
La aparición del sándwich data del siglo XVIII y su historia es, cuanto menos, curiosa. Cuenta la leyenda que en Inglaterra el conde de Sándwich era muy aficionado al juego de cartas, por lo que detestaba dejar las partidas a medias para comer. Un buen día, estaba reunido con amigos y la partida se extendió durante nada más y nada menos que 24 horas, por lo que a su cocinero se le ocurrió la brillante idea de meter un bistec entre pan y pan. De este modo, los jugadores podrían comer y jugar al mismo tiempo y sin mancharse los dedos. Ahora, en honor a John Montagu, el 3 de noviembre es un día que señalar en el calendario para celebrar esta jornada internacional, coincidiendo con el día de su cumpleaños.
En cierto modo, puede decirse que aquel fue el inicio de una nueva era: ¡el nacimiento de la comida rápida! Desde entonces, ha cambiado mucho el concepto de sándwich, porque surgió con el objetivo de permitir “comer con una mano y dejar otra libre”. No obstante, y siendo sinceros, hoy en día, a la mayoría de los sándwiches hay que echarles las dos manos (a falta de tres) para poder comerlos debido a su tamaño, jugosidad, e ingredientes bailando a sus anchas entre pan y pan.
Cualidades del sándwich
El sándwich es un plato versátil, muy agradecido, personal y delicioso. Versátil porque se pueden combinar muchos ingredientes y prepararse de muchas maneras. Por ejemplo, sándwich de carne, la vuelta a los orígenes; sándwich vegetal, un tentempié muy sano; sándwich con crema de cacao, la perdición de todo goloso y el dulce perfecto; o sándwich de jamón y queso, un clásico que nunca falla e idóneo para los más pequeños. Por supuesto, se pueden cocinar de formas muy distintas: naturales, con un golpe de sartén o al horno, para hacer que el queso se funda y sea puro placer en el paladar… y, que no cunda el pánico, porque si no se tiene un horno en la cocina, siempre quedará el microondas. ¡Unos segundos y listo!
De ahí que sea una comida agradecida, fácil de hacer, de llevar, de preparar para comer y, además, capaz de saciar el apetito. Por eso, es un plato tan personal que permite innovar combinando cualquier ingrediente, salsas y especias para aderezarlo. Y, por supuesto, resulta delicioso. Sobran las palabras tras esta pequeña oda al sándwich, en la que cada uno habrá recreado en la mente el sándwich perfecto, ese que estamos deseando elaborar al llegar a casa, poner entre dos rebanadas de pan de molde nuestros ingredientes favoritos, meterlo al horno y disfrutar.
Una de las ventajas de este sencillo plato es que se puede comer a cualquier hora. Nutritivo a media mañana, para empezar el día con ganas; contundente y completo para comer; ligero a media tarde; o sabroso y elaborado para cenar.
Para los más perezosos a la hora de ponerse a cocinar, hay muchas alternativas a pie de calle para disfrutar de este pequeño manjar. Cada vez son más los bares y restaurantes o establecimientos especializados en sándwiches, que incluyen en su carta una amplia oferta donde elegir. La evolución que está viviendo el sándwich es sorprendente.
Por ejemplo, en ciertos locales, ya se pueden encontrar variedades de sándwiches a las que se les atribuye el curioso rótulo de “sándwiches de autor”, una propuesta muy atractiva para el comensal que eleva a la categoría de plato gourmet lo que hasta ahora ha sido un simple sándwich.