17.000 al año. Ese es el número de meteoritos que caen sobre la Tierra

Un nuevo estudio estima que los polos tienen hasta un 65% menos de posibilidades de recibir un impacto que la zona ecuatorial del planeta.

Imagen de la caída del meteorito de Chelyabinsk en febrero de 2013 / Reuters

Un equipo de investigadores de la Universidad británica de Manchester y del Imperial College de Londres ha conseguido algo que hasta ahora no había sido posible: cuantificar el flujo de material del espacio que cae sobre la Tierra. Y el resultado ha sido espectacular: cada año, nuestro planeta sufre el impacto de 17.000 meteoritos.

En un artículo recién publicado en Geology, Geoffrey Evatt y sus colaboradores explican que los cálculos actuales del material extraterrestre que cae sobre nosotros “se basan en redes de monitoreo de bolas de fuego de corta duración o en búsquedas de meteoritos terrestres muy limitadas espacialmente”.

Por eso, hasta ahora no había sido posible realizar estimaciones precisas de la cantidad de caídas de meteoritos.

Muchos de ellos se han encontrado en la Antártida, pero la razón no es que allí sean más abundantes que en otras regiones del planeta (más bien al contrario), sino que resultan mucho más fáciles de localizar, al ser rocas negras en medio de enormes extensiones blancas.

Dos años de búsqueda

Evatt y su equipo, pues, se pasaron dos años buscando meteoritos en el continente blanco. Conocer cuántos impactos han ocurrido dentro de una región determinada permitió después a los investigadores extrapolar ese número al resto del planeta, del mismo modo que recoger agua en un cubo permite a los meteorólogos determinar la cantidad de lluvia que cayó sobre un área mucho más grande.

En la Antártida, sin embargo, existe una importante complicación: el hielo nunca está quieto, sino que se desplaza continuamente. Por eso, y a medida en que el hielo avanza hacia el océano, transporta meteoritos que cayeron en otras partes del continente hacia zonas específicas, donde se concentra una mayor cantidad de ellos. Con el tiempo, el hielo se sublima, se convierte en vapor y va revelando la presencia de meteoritos más antiguos que habían permanecido ocultos. Y resulta prácticamente imposible saber cuántos meteoritos cayeron realmente allí y cuántos (y cuándo) fueron transportados por el hielo.

Por eso, Evatt y sus colegas tuvieron que calcular, entre otros factores, el movimiento del hielo y las tasas de acumulación de nieve y de posterior sublimación. De este modo, por lo menos en teoría, se podía multiplicar el número de impactos por la cantidad total de área no cubierta por el estudio y obtener así una estimación global. El problema es que ese método, ya probado en estudios anteriores, solo resulta preciso si los meteoritos también impactan en otras regiones con una intensidad similar. Cosa que no sucede en absoluto.

Mecánica orbital

Para solucionar la cuestión, los investigadores incorporaron a sus cálculos la mecánica orbital, es decir, la forma en que la gravedad de la Tierra atrae a la materia que tiene cerca, y eso les permitió descubrir que el número de impactos de meteoritos varía drásticamente con la latitud. De hecho, el número de caídas en los polos supone apenas un 65% de las que se producen, por ejemplo, en el ecuador, que es la parte de nuestro planeta en la que se producen más impactos.

“A través del análisis glaciológico y el uso de datos de recolección de meteoritos -escriben los investigadores en su artículo- demostramos cómo superar las dificultades para hacer estimaciones del flujo. Además, al mostrar que existe una clara variación latitudinal en las frecuencias de caída y luego modelar su forma matemática, podemos expandir nuestro resultado antártico a un entorno global”.

Para verificar sus hallazgos, los científicos acudieron a CNEOS, el Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, que registra los eventos de bolas de fuego en todo el mundo, y repartieron los datos por latitudes. El análisis coincidió con sus predicciones: había un pico en el número de meteoritos detectados en el ecuador y una menor cantidad de ellos en los polos.

En su estudio, los investigadores afirman que su trabajo ha proporcionado “estimaciones contemporáneas más precisas del flujo de caída para cualquier lugar de la Tierra”. Su metodología, en efecto, “proporciona una valiosa herramienta para planificar nuevas misiones de recolección de meteoritos a regiones hasta ahora no visitadas de la Antártida”.

El modelo, por último, también permite reevaluar el riesgo para la Tierra de que se produzcan impactos de meteoritos de gran tamaño. Ahora, sabemos que ese riesgo “es un 12% más alto en el ecuador y un 27% más bajo en los polos que si el flujo (de meteoritos) fuera globalmente uniforme”.

ABC